Después de una temporada en Londres, el portugués Carlos Braz Lópes decidió abandonar su bien lograda carrera como administrador de empresas para realizar su sueño: dedicarse íntegramente a las cacerolas.
En 1987, abrió un restaurante en el mercado de Santa Clara, en Lisboa, donde el tipo de gastronomía era esencialmente "regional portuguesa". Y reservó para el postre una especialidad venida de fuera: mezcló conocimientos de sus andanzas gastronómicas, con la tradición de la confitería portuguesa, así nació en 1987 su famoso Bolo de chocolate.
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